Han pasado tres semanas de aquel “flechazo”, y para Laura ha sido una labor dura, pero muy gratificante. El 80 por ciento de los bebés perezosos mueren a los pocos días de ser separados de sus madres. “Matacho” es un afortunado que está superando la estadística.
Para que Laura pueda asumir el papel de madre del perezoso, tiene que llevar a “Matacho” en su pecho por lo menos durante 16 horas al día. Así, el lazo afectivo entre los dos se ha hecho tan fuerte que el bebé animal la reconoce y emite chillidos cuando se acerca o se aleja.
Como toda madre, Laura se desvela en las noches, porque “Matacho” tiene que comer cada dos horas. Se alimenta de suero para niños, de un complemento multivitamínico utilizado en bebés prematuros, y obviamente de las hojas de yarumo.
“Matacho” también gatea, pero el lugar donde lo hace le ha significado un nuevo reto a Laura. Ella trepa a los árboles preferidos por su bebé para que él se motive a hacer lo mismo, y así se vaya adaptando a su ambiente natural. El ejercicio incluye provocarlo con hojas verdes que ella superpone en las ramas de los árboles para que las coma, y así estimular su dieta básica.
Como si se tratara de un bebé humano, Laura tiene que hacer masajes en el vientre de “Matacho” con el ánimo de regular su sistema digestivo. Cuando la madre sustituta quiere descansar, el bebé perezoso es puesto en su cuna, allí tiene una toalla que solo tocan la madre y “el hijo”, y un peluche, al que matacho se aferra en sus momentos de soledad.
Como algunas historias de amor, esta tiene que terminar. “Matacho” será llevado en próximas horas a una fundación especializada en perezosos que funciona en Medellín, para garantizar su crecimiento y se espera que en un año pueda ser liberado. Laura por su parte termina esta experiencia con “muchas marcas”, algunas en su cuerpo hechas por las garras de su hijo adoptivo, y las más duraderas en su corazón, la marca de una conexión maternal con un ser de otra especie.
Con “Matacho” ya son 4 los perezosos bebés, que han tenido como madres sustitutas a funcionarias de la CDMB, que sacrifican parte de sus vidas en pro de la conservación de los animales más vulnerables de nuestro ecosistema.